Comunidad y Respeto
Respeto:
El tango se baila con el entorno... ¡y hasta con las mesas! Gran parte de la responsabilidad la tiene el hombre, aunque la mujer colabora con su atención. Desarrollar la apertura de la percepción de lo que sucede alrededor es vital. La pista de baile es un espacio a compartir con otros. Por eso, la palabra predominante en el debate fue “respeto”. Si está muy poblada, naturalmente los movimientos son más pequeños, la pareja ocupa menos espacio, y los pies se mantienen al ras del piso, cerca del cuerpo o con la necesaria elevación para continuar la secuencia.
Lleva un tiempo de observación entender la dinámica del recorrido de las parejas. Bailarines famosos, en sus comienzos, han pasado meses sentados observando a los milongueros bailar antes de animarse a entrar en la pista, considerada un espacio ritual y sagrado.
Para crear el propio baile hay que presentir los desplazamientos de los que están alrededor, y aprovechar el espacio libre que dejan al avanzar. La mujer, aunque cierre los ojos, debe estar atenta al entorno y tener particular cuidado con el apoyo de los tacos en el piso.
Circulación por el borde:
los bailarines que tienen tendencia a caminar y avanzar en el espacio eligen ir por el borde. Es importante fluir con el desplazamiento de las parejas alrededor de la pista en sentido anti-horario. Si se dificulta acompañar el ritmo de circulación por el borde por falta de recursos, es conveniente bailar en el medio, manteniendo los mismos códigos de respeto con los demás. En este punto, es necesario apelar al sentido común y la autocrítica.
Baile en el centro:
Los bailarines que tienen tendencia a bailar en el lugar o no siguen un orden específico, prefieren el centro. Bailar por el borde o por el centro también es una elección de gusto personal.
Celebramos el actual éxito del tango y honramos a los milongueros que crearon este misterioso espacio que nos une: la milonga.
Pensar el Baile... vivir el Baile!
Durante tales performances, sucede que a veces mis pensamientos se detienen en los detalles: los pasos, el vestuario, el peinado, la música, percibo si los bailarines van con la música o no, si están conectados entre si, veo sus expresiones, observo las secuencias. Mi mente trabaja con su baile y se vuelve una parte importante en el acto de mirar. De alguna manera, el baile se vuelve intelectual.
Otras veces, la pareja bailando me sumerge en un mundo de puro vibrar y sentir, de plenitud y goce. Todo mi ser baila con ellos. Es un disfrute que me conecta con la emoción y según el caso, con la alegría. Me pregunto, por qué sucede esta diferencia. Quizás sea difícil de analizar. En mi opinión, la ejecución del baile es algo en lo que la pareja de tango debería ahondar, para mantener fresco y vivo el baile para el público. En los grandes bailarines hay una intensidad en el movimiento que viene desde un lugar visceral por un lado, y espiritual por el otro, cuando esa corriente energética de ciertos artistas lleva al espectador a ser uno con ellos. Esto es así en cualquier danza, diría en cualquier arte donde los artistas actúan en vivo. En la danza tiene particular incidencia, en la mayoría de los casos, la música. Fusionar esa parte instintiva y emocional con los estímulos sonoros es vital para la llegada al público. Pero, quiero a aclarar algo: no significa “poner los pasos en música”. Es mucho más profundo. Sería algo así como sentir que los cuerpos están ejecutando la música. Que la música sale de esos cuerpos bailando. Para eso, una vez puesta la coreografía, y revisado los aspectos técnicos característicos del tango, habría que dejar que prime el sentido del oído, tacto (conexión con el compañero) y vivir las intensidades dinámicas de las secuencias desde un todo global que abarca lo físico, lo emocional, lo espiritual y en su necesaria medida, lo mental. Otra variante es la pareja bailando como un instrumento más en la composición musical, que puede hacer una contra-melodía, apoyar o contraponerse al ritmo, aprovechar acentos, melodías, etcétera. Pero siempre desde la actitud interior de dejarse invadir por la música con todo el ser. De no haber una música definida, se puede construir un ritmo interno de la pareja y trabajar desde ese estado que involucra la unidad de la pareja como una totalidad vibrante. Y un detalle, aunque se baile una coreografía, no olvidar el motor de primitivo del baile de acción masculina y reacción femenina. En exhibiciones “improvisadas” también se puede ver cristalización del baile cuando la pareja inserta secuencias armadas que funcionan como la coreografía.
El camino es infinito y seguramente hay muchas formas de buscar la espontaneidad. Es cuestión de adentrarse en un estado creativo y animarse a avanzar.
El Tangauta 2007